23 de junio de 2008

...es mera coincidencia

Pasadas un par de horas estancadas en la ruta, haciéndonos amigas de los chóferes a cambio de un mate calentito y de poder fumar algún que otro pucho, decidimos, inconscientemente, largarnos caminando.

El móvil, llegar al recital.

Luego de kilómetros caminando, sin llegar nunca a destino, creyendo que sólo serían un par de minutos los que tardaríamos, y que al llegar al lugar del accidente un remís nos estaría esperando para llevarnos por fin a la ciudad de Concordia, cosa que nunca sucedió… las chicas… comenzaron a desesperarse un poco.

El móvil ahora era llegar a Concordia.

Llamado a la remiseria. Afirmativo… pero… ¿El remís?

Caminar por el costado de la ruta, un día frío, lluvioso, húmedo, oscuro, donde los camiones te pasaban a menos de un metro de distancia, fueron ingredientes que poco a poco colmaron nuestra paciencia; y el temor que manejábamos no se quedaba atrás tampoco.

Pasando puestos por puestos de gendarmería, llegamos al acceso a la ciudad, donde nos encontramos con más ruta y donde nuestros cansados cuerpos, ya no querían más. Pero, el quinteto de cinco, decidió reintentar el llamado a la remiseria, que no se alcanzó a concretar porque el enviado de Dios, estaba parada frente a nosotras. Por fin, subidas a un automóvil, por fin dejaríamos de caminar, por fin… a salvo.

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