La novela

Mi vida finalmente es una novela. No hay dioses después del cielo, sólo está el Escritor, autor real del mundo que me rodea. Él, que macabramente mete y saca personajes, los renueva, los perpetua, los... ay, es tan hijo de puta. Es tan así, que me hace escribir sobre él en este momento.
Me lo puedo imaginar, con su máquina, escribiendo en el papel, seguro amarillento, no tan blanco. Fumando. Sí, fuma un cigarrillo, cuyo humo es pesado, denso, fuerte. La luz es tenue, detrás de la máquina, hacia la izquierda. Lo puedo ver ahí, planeando que es lo que me va a pasar mañana, pasado y pasado, involucrando las inocentes vidas de quienes me rodean, personajes extras que van y viene en esta vida, que sin que lo sepamos está editada. Es por eso justamente que no podemos recordar lo que no nos divierte, porque en la novela no es importante, porque el Escritor nunca lo escribió.
Cuántos capítulos tiene, cuánto falta para el final, no lo sé. Por qué escribe sobre mí, tampoco. De dónde me inventó, de dónde nací en su cabeza, es un misterio. Supongo que ni él lo recuerda o por lo contrario, soy alguien que nunca conoció.
Igualmente no lo culpo, lo he hecho mil veces. Yo escribí cientos de historias, algunas ni siquiera tienen final. Talvés esos personajes anden vagando de libro en libro, rozando lejanas historias, perdidos en el limbo infinito del olvido de quién les habla.
Misterioso escritor, ¿qué me depara ese destino, qué pensaste para mí? ¡Ja! Cómo si pudiera escapar de mi destino. Está escrito o no lo está, eso es irrelevante, porque como esté, iré a cumplirlo, porque es para eso que estoy acá...